La frase que hace de asunto de este newsletter no es mía. No es que me guste copiar, pero cuando uno se encuentra con un contenido que puede usar, pues a veces tiene la tentación de robárselo a su autor original.
La frase de “No sé por qué tienen que correr por las aceras” no es mía. La dijo un señor a otro señor el pasado martes, cuando 3 personas pasamos corriendo al lado de ellos por la acera en el Paseo de la Castellana, en Madrid.
Eran las 19:40.
No creo que se enfade ni nos denuncie por derechos de autor, así que la he cogido porque da pie a varias reflexiones.
Punto de partida: el señor tiene razón. No sé por qué tenemos que correr por las aceras. Yo tampoco quiero hacerlo.
Las aceras están para pasear y para desplazarse de un lugar a otro dentro de las ciudades. No están pensadas para hacer deporte. Cierto e irrefutable.
Pero.
Pero es que las ciudades tampoco han sido pensadas para hacer deporte. Una ciudad cumple muchas funciones (para algunos demasiadas, por desgracia). Nos da trabajo, nos da de comer, nos da entretenimiento, nos facilita medios de transporte, servicios colectivos… Y a veces, en contadas ocasiones, nos pone las cosas fáciles para hacer deporte.
¿Sabes qué otra cosa no está pensada para que hagamos deporte? Nuestro estilo de vida. El grupo con el que corría el pasado martes por la Castellana forma parte de un grupo más numeroso de una empresa a la que damos servicios de entrenamientos colectivos, como medida de bienestar y fomento de las actividades fuera del horario laboral.
Por suerte, esta empresa les facilita la actividad. Pero sucede que sus oficinas están lejos de parques y jardines. Sus jornadas laborales tampoco lo ponen fácil, así que muchos de ellos corren a las 7am o a las 19pm con nosotros. Para hacerlo óptimo, nos vemos obligados a hacer una parte del entrenamiento por las aceras.
No, no deberíamos estar allí. Deberíamos estar en un parque, carril adaptado, polideportivo… ¿Pero sabéis qué pasa? Que, por esa zona de la ciudad, si queremos hacer deporte sin desplazarnos a media hora de allí (con suerte), no tenemos más opción que pasar por alguna acera.
Partiendo de la base de que estamos obligados a compartir el espacio público, los corredores debemos asumir que somos nosotros los que no deberíamos estar allí. Que decidimos hacerlo por no tener más remedio.
Ojo: no está prohibido correr por las aceras en la mayoría de las ciudades. Por la calzada sí (lo prohíbe la DGT siempre que se disponga de acera). La normativa municipal, por ejemplo, en Madrid, es un poco críptica. Porque prohíbe a los peatones “2. Correr, saltar o circular de forma que moleste a los demás usuarios.” (Según la Ordenanza de Movilidad para la Ciudad de Madrid ANM 2005\48 Fecha de Disposición: 26/09/2005)
O sea, que según esto, podríamos correr por las aceras siempre que no molestemos a los demás usuarios.
El martes no estábamos molestando a ese señor. Luego tiene razón a medias: podíamos estar allí. Otra cosa es que sea lo más ideal. ¿A quién le gusta correr esquivando alcorques, peatones, y parando en cada cruce? Y por supuesto, lo último que buscábamos era incomodarle, física o moralmente, con nuestra presencia.
Resumiendo: si tienes que correr por la acera, hazlo sin remordimiento porque nadie te va a multar. Pero seamos buenos ciudadanos, y demos ejemplo cumpliendo con las normas de convivencia básicas. Si vas a hacer algo (correr en grupo puede provocar situaciones incómodas) que moleste a cualquier persona, mejor parar y dejar pasar, siempre.
Al menos ese es mi punto de vista.
Eso, y que invadamos los parques, jardines y pistas municipales. ¡Hagamos deporte, leñe!
Por cierto, si en tu empresa quieres poner en marcha grupos de running, y estáis en Madrid, también hacemos eso, de la mano de Pablo Villalobos y sus grupos de running. A veces, hasta estoy yo de entrenador.
Escríbeme y vemos opciones.