Hoy no vengo a hablar de correr. Vengo a hablar de algo mucho más importante.
La inmortalidad.
Si la inmortalidad no te parece suficiente, ya no hay nada más que te pueda ofrecer en este newsletter. Mil perdones.
Bueno, yo no vengo a ofrecerte la inmortalidad.
Bryan Johnson does.
Por si no conoces a este efebo, te diré que, contrariamente a lo que dice su imagen, tiene actualmente 47 años y está envejeciendo a un ritmo de 0,67 años por año vivido. Es decir, que envejece hacia atrás.
¿Quién (no) quiere vivir para siempre? Que diría Freddy Mercury.
Y si conoces a Bryan, quizá sea porque has visto el documental de Netflix llamado “No te mueras: el hombre que quería vivir para siempre”
Antes de hablar del documental, voy a pintar una línea en el suelo. A partir de ella, es SPOILER:
En este documental comienzas viendo a un hombre que se comporta casi como una máquina, que ha sido programada para su propia supervivencia. Como no dispone de un exoesqueleto ni materiales indestructibles, sino que está hecho de, como dicen los ingleses, ‘flesh and bone’, no tiene más remedio que recurrir a un complejo (y agotador) proceso diario para retrasar los efectos de su propio envejecimiento.
Durante los primeros dos tercios del documental asistimos a los rituales (apoyados por su propia empresa y por el dinero que ha ganado con ella) que Bryan sigue a diario para morir lo más tarde posible.
Eventualmente tiene éxito. Sus decenas de pastillas, rituales alimentarios, ejercicio y control del estrés consiguen detener muchos de los procesos de envejecimiento celular.
En el documental lo cuentan mejor que yo. Míralo.
Pero lo que realmente nos interesa sucede en el último tercio del documental. La historia no va de un frikazo que se gasta su muchidinero en no morir, como el capricho de un milmillonario llorica que no sabe como usar su existencia.
No.
La lucha de Bryan contra el paso del tiempo se debe a que se tiene que enfrentarse a la partida de su hijo, que pronto abandonará su casa para ir a la Universidad en Chicago, a miles de kilómetros del padre. Bryan no quiere más tiempo en este mundo porque sí. Quiere más tiempo en este mundo con su hijo. Bryan se echa a llorar en el hombro del chaval mientras compran una estantería Billy en un IKEA de Chicago.
Y ahí es cuando le compras el resto de historia.
Pero eso lo cuentan mejor en el documental. Míralo.
Lo que a mí más me gustó fue comprobar cómo, tras ver la parte de las pastillas, los análisis, los baños de luz azul, las frikadas de laboratorio que soporta sin sonreír lo más mínimo, después de todo eso, vemos a Bryan feliz haciendo una cosa que te sonará:
CORRIENDO CON UN GRUPO DE GENTE.
Lo reconozco, para ese plot twist no estaba preparado.
Y es que, dentro de su afán por llevar más lejos su iniciatica del “Don’t Die”, Bryan funda un movimiento de runners que se acaba ampliando a todo el mundo, donde cientos de personas que aman la vida se reúnen con sus zapatillas en los pies para decir bien alto que no quieren morir, pero que como lo tenemos que hacer de todos modos, mejor hacerlo siendo felices.
O al menos eso es con lo que yo me quedo del documental.
Fin del spoiler.
Por si te has saltado la parte entre las rayas del suelo para no caer en el spoiler, te resumo la idea del newsletter de hoy:
CORRER MOLA. CORRER DA VIDA. CORRER TE HACE INMORTAL.
Vamos a pasar muy poco tiempo en esta bolita. Así que te recomiendo que lo pases haciendo cosas que te gusten. Y si estás aquí, deduzco que correr te gusta. Corre porque sí, corre para ganar felicidad en la vida. Corre para siempre.
Oh, espera, otro plot twist: correr SÍ alarga la vida. Según el estudio más optimista que he podido encontrar, si corres más de 75 minutos a la semana, vivirás 12 años más.
¿Qué vas a hacer con todo ese tiempo? Podrías volver a escuchar los episodios de A tu Ritmo, por ejemplo. Así las plataformas verán que tenemos más oyentes y nos promocionarán más. Y es que, A tu Ritmo también quiere vivir para siempre.